Tuesday, March 22, 2005

El barrio... llueven los recuerdos!

Noche de insomnio... te conocí, me conociste. Esa mañana mi cerebro funcionaba a creo 2 por hora. Me acompañaron a la parada igual de dormidas que yo y ninguna se atrevía a emitir palabra por miedo a decir alguna barrabasada... las conexiones corrían peligro.
Tomé el bondi, pedí de un peso y ni siquiera me molesté en elegir un lugar apropiado... únicamente dejé caer mi cuerpo en el asiento y dormité hasta llegar a destino.
Por suerte me desperté o quizás simplemente caí en la cuenta que ya hacía casi media hora que estaba en el 343 y que estaba llegando a Maipú y Paraná. Faltaban 2 paradas... me levanté como impulsada por un resorte y con una cara de “no entiendo porque aún estoy viva” toqué el timbre un poco tarde así que el colectivero tuvo tiempo de echarme una miradita que solo los colectiveros consiguen hacer... Bajé un poco sin entender porque lo hacía y comencé a caminar hacia mi casa por Carlos Gardel... 9 de la mañana y el barrio era todo un teatro. Hombres recién levantados, otros madrugadores llevaban el diario debajo del brazo, mujeres que salían a limpiar la vereda, otras charlaban desde la puerta, niños con esa cara que solo logran cuando las pascuas se acercan, señoritas en las ventanas esperando a quien sabe que romeo, la carnicería abierta... sonaba una milonguita añeja. Gente, gente... un mundo de gente. Observé y me prometí almacenar cada uno de esos recuerdos en mi agotada cabeza. Uno a veces no repara... es decir vive agitado, tan loco y tan a destiempo que el barrio te parece una pérdida. Pero esa mañana lo ví nacer de vuelta... y ví la vainilla más reluciente que nunca, todo un espejo y por un segundo me detuve a estudiar la baldosa y acerqué un poco mi oído a ver si me contaba sobre tiempos pasados. Caídas en bicicleta, pasos de transeúntes cansados, olores a orina de perro y lavanda al mismo tiempo, limonadas sin vender, flores por 60 centavos, gritos, la brujita de los colores, escolares corrían por doquier, llantos y risas... gente, gente, un mundo de gente yacía a mis pies... un mundo de recuerdos. Y aguzando la vista también estaba yo ahí en la baldosa, saludaba sonriente. Entonces me levanté y corrí hacia la puerta...